La noche del 14 de noviembre de 1974, la policía recibió
una llamada para que acudiesen a una casa de Amityville, en el condado de
Suffolk (Nueva York). Allí encontraron un espantoso escenario. Seis cuerpos sin
vida correspondientes a la familia DeFeo casi al completo. Padre y madre, dos
hijos y dos hijas habían sido asesinados con un rifle mientras dormían en sus
camas. El único superviviente, Ronald, hijo mayor de la familia De Feo
(conocido como Butch), parecía inconsolable. Durante sus conversaciones con la
policía, señaló que el responsable podía ser un tal Louis Fatini, un mafioso
que según Butch, había mantenido alguna rencilla con su padre. Sin embargo esta
historia no terminaba de cuadrar.
El asesino
Ronald DeFeo Jr., conocido como “Butch”, nacido el 26 de
septiembre de 1951, era el hijo mayor de la familia. De niño siempre tuvo un
comportamiento explosivo, agresivo y un tanto solitario, lo que desembocaría en
una pésima relación con su padre, quien se caracterizaba por tener también un
temperamento violento y muy severo.
La mala relación padre e hijo y la falta de comunicación
se suplió con dinero. A Ronald nunca le faltaron lo excesos. Sus padres se
esmeraban hacerle regalos y darle dinero a cambio de una convivencia más
tranquila. Esto sólo empeoró la actitud de Ronald.
Mientras estudiaba llegó a liderar un grupo de violentos
vándalos. En esa época tomaba LSD y también coqueteaba peligrosamente con la
heroína. Sus padres decidieron sacarlo de la escuela parroquial cuando tenía
apenas diecisiete años. Visitó a varios psicólogos y psiquiatras que no
consiguieron ayudarlo, pues mantenía esa conducta violenta delante de los
propios médicos.
Fueron muchos los problemas de Ronald durante su
adolescencia. Creó situaciones delicadas durante algunas fiestas a las que fue
invitado. En una de ellas, apuntó con su escopeta a la cabeza de uno de sus
amigos, sembrando el pánico. Tras unos tensos segundos le dijo “Vaya… te has
puesto blanco”. Así era Ronald, impredecible y violento.
Mientras tanto el matrimonio DeFeo seguía teniendo
fuertes discusiones y en una ocasión Ronald, harto de presenciarlas, se dirigió
a la sala con una escopeta en las manos y apuntó a su padre. Le gritó que
abandonara de una vez a su madre y le aseguró que le iba a hacer pagar por sus
malos tratos. Luego disparó, pero el gatillo se trabó y el incidente no pasó a
mayores.
En su evidente locura y sumido en las drogas, Ronald
comenzó a realizar sacrificios satánicos en el sótano de la casa, en el cuarto
secreto detrás de la alacena: mataba perros y cerdos y pintaba con su sangre
las paredes pidiendo dinero y poder.
Poco antes de aquel 14 de noviembre de 1974, Ronald
cometió un robo en la empresa de su abuelo, sin embargo éste le perdonó y dejó
pasar el hecho sin colocar una denuncia. Pasarían sólo días antes de que Ronald
asesinara a toda su familia y así diera origen a la leyenda negra de la mansión
de Amityville.
El crímen
El 13 de noviembre de
1974, Ronald DeFeo llevó a cabo lo que llevaba tiempo planeando, aunque luego
declararía que aquello fue una “orden” porque escuchaba voces que le decían que
tenía que hacerlo. Drogó a toda su familia para que no se despertaran. Ni
siquiera se acostó, sólo se tumbó sobre la cama. Esperó a las 3:15 de la
madrugada; llegada la hora, se levantó y cogió un rifle de caza de los muchos
que tenía en su habitación, pues era aficionado a la cacería.
Ronald entró primero en la habitación de sus padres y les
disparó en la cabeza. Tenía cuatro hermanos, dos niñas y dos niños. Los niños
dormían en la misma habitación; la niña, Allison, de trece años, lo hacía en la
misma planta que sus padres, pero la dejó para más adelante. Ella fue la única
persona que se despertó cuando escuchó los disparos. Ronald descubriría que fue
la única que no probó el primer plato de la cena, donde roció los somníferos.
Pero esto no le valió: la mató igualmente, pero antes la llevó hasta su cama.
Asesinó a todos sus hermanos. Después los tapó con una
manta, los puso como si estuvieran durmiendo boca abajo y con los brazos bajo
la cabeza, cruzados. Limpió parte de la sangre de las paredes, tomó un baño, se
vistió con calma y camino al trabajo, desechó las pruebas cruciales como la
ropa manchada de sangre, el rifle Marlin y los cartuchos.
Lo hizo más temprano de lo habitual, pero buscó una
excusa: no podía dormir y así adelantaría en el trabajo. Como su padre tenía
que hacer una venta aquella mañana, le vino bien que no apareciera, para así
tener más tiempo para fabricarse una coartada.
Durante el transcurso
de la mañana, Ronald DeFeo hizo algunas llamadas a casa sabiendo que nadie
respondería, y cuando habló con su novia decidieron comer juntos. De ese modo
el tiempo se alargaba y su coartada, desde su punto de vista, se hacía más
consistente.
Más tarde vio a un amigo suyo llamado Bobby y éste le
comentó que había pasado por su casa y visto los coches de la familia, aunque
nadie le abrió la puerta para recoger el periódico que les llevaba cada día.
Tras la cita con su novia, Ronald fue al bar “The Witche’s Brew” donde había
quedado con Bobby y le pidió ayuda. Se mostró aparentemente preocupado por su
familia, porque afirmaba que también él había estado en la casa, pero sin poder
entrar por falta de llaves, y que igualmente le había extrañado que nadie
abriera la puerta.
Fueron hacia allí; entraron a la casa y Ronald fingió
horrorizarse al ver lo ocurrido. Regresaron al bar, donde entró vociferando que
habían matado a su familia. Otro chico, Joe Yeswit, lo acompañó al lugar y fue
quien avisó a la policía.
Los muertos fueron: Ronald Sr., el padre, de 43 años;
Louise, la madre, de 42; Dawn, hermana de Ronald Jr., de 18 años; Allison, de
13; y sus hermanos, Mark, de 11 años, y John, de 9. La familia DeFeo fue
enterrada dos días después en el Cementerio Saint Charles, en el condado de
Suffolk, Nueva York.
La condena
Aunque al principio Ronald negó saber nada sobre los
crímenes, todas las pruebas apuntaban hacia él. El móvil era un seguro de vida
de $200,000.00 dólares y el dinero que el padre guardaba en la caja fuerte
ubicada en su dormitorio.
Ronald acabó confesando y declarándose culpable, pero
asegurando que no había actuado por propia iniciativa. Decía estar convencido
de que en el 112 de Ocean Avenue habitaba una fuerza maligna que acabó
poseyéndolo y haciéndole protagonista de la matanza.
Su abogado defensor trató de hacerlo pasar por un demente
para así conseguir una condena más pequeña, pero Ronald no se libró, dadas las
pruebas de premeditación de los asesinatos. El jurado consideró que, al tirar
sus ropas ensangrentadas al alcantarillado, e intentar establecer una coartada,
estaba en posesión de sus facultades mentales.
Finalmente, el 21 de noviembre de 1975, DeFeo fue encontrado culpable de seis
cargos de asesinato en segundo grado. El 4 de diciembre de 1975, el Juez Thomas
Stark sentenció a Ronald DeFeo, Jr. a seis penas consecutivas de 25 años a
cadena perpetua.
DeFeo actualmente se encuentra en Green Haven
Correctional Facility, Beekma, Nueva York, y todas sus apelaciones a la junta
de libertad condicional hasta la fecha han sido rechazadas.
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