Las hermanas Fox fueron tres
mujeres de Nueva York que de algún modo revolucionaron el estudio de lo
paranormal.
Kate Fox (1837–1892),
Margaret Fox (1833–1893) y Leah Fox (1814–1890) aseguraron que su casa estaba
habitada por escandalosos espíritus. A lo largo de los años
"probaron" estos hechos ante distintos medios y testigos, casi
siempre inadmisibles, y en el camino ganaron fama, fortuna y enemigos
implacables.
En 1848, Kate, doce años, y
Margaret, de 15, vivían en una casa en Hydesville, Nueva York, que tenía fama
de estar embrujada. En marzo de aquel año la familia comenzó a inquietarse tras
escuchar sonidos en medio de la noche que no tenían un origen claro. En pocos
días, los sonidos cesaron, pero los objetos, en ocasiones incluso muebles,
comenzaron a moverse de manera jactanciosa.
Un tío que se hospedaba en
la casona decidió confrontarse con el supuesto espíritu y lo desafió a golpear
la edad de las muchachas. La entidad no solo anunció las edades de las chicas,
sino que éstas incluso advirtieron su nombre en el aire, susurro que no fue
audible para nadie más. El espíritu dijo que podían llamarlo el Señor
Splitfoot, un reconocido apodo del diablo.
A partir de entonces la casa
de Hydesville se convirtió en el vértice de apariciones asombrosas. El espíritu
de un tal Charles B. Rosma, que había sido asesinado cinco años antes, empezó a
efectuar declaraciones escalofriantes en los oídos de las muchachas. Entre otras
cosas, aclaró que su cadáver había sido enterrado en el sótano.
Las chicas fueron
dispersadas hacia distintas casas de familiares y amigos, pero los fenómenos
paranormales parecían seguirlas allí donde se establecían. Todos los
anfitriones declararon escuchar voces pavorosas y sonidos que en nada se
parecían a las modulaciones de la voz humana.
Las hermanas Fox adquirieron
popularidad cuando realizaron una serie de sesiones espiritistas en Nueva York
en 1850, que atrajeron a un número extraordinario de personalidades destacadas
del arte y la política. Naturalmente, esta popularidad también atrajo críticos,
como Charles Grafton Page, un abogado con una larga trayectoria desenmascarando
fraudes sobrenaturales. En su libro de 1853: Psicomancia (Psychomancy), Page
denuncia que los sonidos extraños provenían de una región inaccesible a la
vista justo debajo de la falda de las muchachas, e incluso elabora la hipótesis
de que las hermanas Fox eran una suerte de ventrílocuas genitales, capaces de
imitar la voz humana mediante la retención y expulsión de aire a través de su
aparatos reproductores.
Las sesiones espiritistas de
las hermanas Fox se fueron transformando más en eventos sociales frívolos que
en verdaderos intentos de comunicarse con el más allá. La crítica se volvió
despiadada, pero las muchachas habían ganado el beneplácito de Horace Greeley,
un prominente político y editor, que las protegió de las razonables denuncias
de fraude. Más aún, en pocos meses las incluyó en un círculo social más alto, y
acaso mucho más crédulo. Este ingreso en la aristocracia las obligó a adoptar
una postura más teatral en sus sesiones que en general derivaban en fiestas
interminables.
Tras la muerte de su primer
marido, Leah contrajo segundas nupcias con un exitoso banquero de Wall Street,
quien la estimuló a continuar su carrera como médium. Margaret tuvo menos
suerte. En 1852 se casó con Elisha Kane, un explorador del círculo ártico, que
rápidamente se convenció de que su nueva esposa era un fraude. Sin embargo,
ningún marido logró separarlas. Todas ellas comenzaron a realizar viajes
alrededor del mundo gestionados por mecenas interesados en sus dotes de
médiums, y así recorrieron prácticamente toda Europa.
Con los años las sesiones
espiritistas de las hermanas Fox fueron ganando en espectacularidad. No solo
había sonidos, sino presencias perfectamente identificables. El ectoplasma
fluia generosamente de las bocas, narices y distintos orificios de las
muchachas, agrupándose luego para dar forma a entidades familiares a sus
sponsors.
Eventualmente la necesidad
de impresionar a su audiencia fue haciéndolas más y más proclives a cometer
errores. Las tres hermanas Fox desarrollaron una afición obsesiva por el
alcohol, y sus sesiones ya no fueron las mismas. Ya en el ocaso de sus carreras
declararon abiertamente haber cometido innumerables fraudes, pero aseguraron
que éstos surgieron en un segundo momento, y que al principio tanto las
apariciones como los sonidos eran genuinos, pero que éstos cesaron
misteriosamente cuando abandonaron la casona de Hydesville. En conjunto
anunciaron que aquel espíritu de Charles B. Rosma, que aseguraba haber sido
enterrado en el sótano de Hydesville, era real, pero que sus sucesores no lo
fueron en absoluto.
Ante tamaña confesión nadie
volvió a darles crédito. Los periódicos se saciaron con la historia, e incluso
publicaron confesiones firmadas por las hermanas Fox, y el asunto eventualmente
pasó al olvido.
El 22 de noviembre de 1904,
cuando las tres hermanas Fox estaban muertas, la casa de Hydesville fue
examinada por una empresa inmobiliaria que la había adquirido recientemente. Un
cronista del Boston Journal fue invitado a la inspección, a esa altura, de
carácter meramente anecdótico. La partida no halló nada extraño, salvo algunos
objetos que pertenecieron a las hermanas Fox. El único hallazgo asombroso se
produjo en el sótano, donde se encontraron restos óseos de animales mezclados
con huesos humanos, cuya identidad nunca logró aclararse.
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